Tradición oral en el Atlántico

En 1948, Carlos Angulo Valdés publicó en la revista ‘Folklore’ un artículo titulado “Las leyendas de la Costa”, donde destacaba la importancia de la tradición oral en la cultura del Caribe colombiano y expresamente en el Departamento del Atlántico y su capital Barranquilla. Allí daba cuenta de la riqueza de la oralidad y de los innumerables mitos y leyendas que existían en cada lugar, calle o rincón de este espacio caribeño. No obstante, el patrimonio cultural inmaterial, en su componente oral, está revertido de una gran fragilidad, sobre todo por los soportes para conservarlos –la memoria y las formas de transmitirlo–, la oralidad, que si no se transfieren de generación en generación pueden desaparecer para siempre.
La gran parte de esta tradición se encierra en las creencias y es fruto de la riqueza cultural y del ingenio creador del hombre Caribe, pero sobre todo del encuentro de las tradiciones entre americanos, europeos y africanos. Cada uno con sus diferentes formas de apreciar el mundo y con sus propias supersticiones, de las cuales a pesar del sincretismo, no renunciaron a ellas y más bien las adecuaron a las suyas y a sus explicaciones para aquello que no podían entender. En este sentido, las leyendas y mitos, si bien tienen peculiaridades de acuerdo al entorno, manejan grandes similitudes. A lo largo y ancho de la geografía del Caribe colombiano se repiten en unos y otros pueblos historias en común donde los nombres y lugares cambian pero no la idea central.
Gracias a las migraciones internas y externas hacia Barranquilla, esta se ha convertido en un nodo cultural donde se depositan gran parte de estos saberes y tradiciones venidos de todos los rincones de la Costa, pero particularmente de las poblaciones del Departamento del Atlántico, que alimentan su tradición y riqueza oral. Pregones, cantos, narraciones, dichos y agüeros, entre otros, se cuentan en cada barrio de la ciudad. Es así como las historias de La llorona, El caballo sin cabeza, La puerca, La mojana, El trovador y el diablo, entre otros, forman parte del repertorio de las abuelas, donde también se incluye un legado innumerable de cuentos infantiles como Juan Bolón o Tío conejo. El mundo imaginario se mezcla con el mundo real, en el que participan burros, puercos y caballos con hombres y mujeres en la inventiva de su creatividad.
Dentro de las historias comunes que abundan en cada lugar, pero de la cual se cambian de una u otra forma nombres y acciones, tenemos La puerca, que relata (resumidamente) la historia de una puerca que durante las madrugadas deambulaba por las calles persiguiendo a cualquier habitante que se encontrara a esas horas fuera de su casa. Cierto día un grupo de amigos logró enfrentarla y reducirla a punta de garrote, descubriendo al día siguiente que alguna desafortunada habitante del barrio o de la población había amanecido indispuesta o muerta por el peso de los golpes.