La Peña, un mundo por descubrir

En una fresca tarde una criatura de 6 metros de alto y 7 de largo se desplaza trabajosamente por la subregión del Guájaro. Su nombre es Pacho, un perezoso gigante, más conocido en el mundo científico como megaterio. Se alimenta de la espesa vegetación que hay en la zona y se hidrata de los innumerables riachuelos que bajan de las serranías de La Peña. De pronto un fuerte aguacero lo toma por sorpresa y cae en un canal profundo sin poder reponerse, terminando ahogado por la cantidad de agua, tierra caliza y barro. Esta escena ocurrió en la zona de las Mellizas, muy cerca al hoy corregimiento de La Peña (Sabanalarga), hace unos 2 millones de años. De su imponente presencia solamente quedan unos restos desenterrados por el profesor Luis Arjona Polo y un grupo de estudiantes de la Institución Educativa Técnica de La Peña.
La labor del profesor Arjona inició hace unos 16 años, cuando su curiosidad comenzó por las piezas antropológicas de las culturas indígenas que traían sus estudiantes. Luego, cuenta el “profe” Arjona, encontraron fósiles de los cuales no tenían el menor conocimiento sobre su especie o periodo en el tiempo. Era un verdadero rompecabezas para ellos estar frente a maxilares, muelas, fémur, espinas dorsales y cráneos. Todos de tamaños exagerados. Las primeras luces sobre su significado vinieron de Ricardo Pasquiali, en aquel momento director del Museo de La Plata, en Argentina, quien fue contactado por correo electrónico y hasta el día de hoy lo ha orientado en materia paleontológica. Esos conocimientos los multiplica con los estudiantes, quienes cada vez más se interesan por asuntos del período Plioceno (2 millones de años a.C.) o Pleistoceno (1 millón de años a.C.), donde existieron grandes mamíferos, que en su conjunto componen una megafauna. Además del megaterio, el “profe” y sus estudiantes también han encontrado restos fósiles de gliptodontes (parecidos a armadillos gigantes), mastodontes (parecidos a elefantes gigantes) y tigres dientes de sable, todos ellos pertenecientes al periodo del Pleistoceno.
Muelas de mastodonte hacen parte del inventario del Museo Paleontológico de La Peña.
Estos descubrimientos, dice Arjona, abrieron un espectro sobre la existencia de la tierra más allá de los límites temporales del hombre. Donde se identificó la presencia de una megafauna y megaflora (grandes árboles y semillas) en las inmensas reservas forestales del departamento del Atlántico, sobre todo en esta zona del corregimiento de La Peña, que era rica en bosques primarios, y la confluencia de la ciénaga lo hizo propicio para la presencia de estos grandes mamíferos, al lado de cuyos fósiles se han encontrado semillas y hojas solidificadas, fauna marina como moluscos, conchas, caracoles, e incluso dientes de tiburón y xilópalos (madera petrificada por la lava volcánica).
Todos estos vestigios han conformado, además, el sueño de crear un museo paleontológico en el corregimiento, labor que inició en el año 2002 en un pequeño cuarto del colegio, hasta que en diciembre de 2010 la colección quedó bajo el agua por el rompimiento del dique. En ese momento se perdió un 20% de las piezas junto con los estantes que las contenían, lográndose salvar solamente las piezas más grandes. Cuando la inundación pasó, las piezas fueron trasladadas a una casa semidestruida que se alquiló.
Actualmente el Museo se encuentra en las antiguas instalaciones del colegio de La Peña, cedidas por la comunidad, quienes en muchas ocasiones colaboran activamente con la limpieza del lugar. A la colección paleontológica se suman otros hallazgos como manos de moler, fragmentos cerámicos y collares. Increíblemente también se han encontrado, en los cerros de espaldas al corregimiento, dos piezas de bronce que representan el calendario azteca y chino respectivamente, y que datan desde la llegada de los españoles a estos territorios hace unos 500 años.
A La Peña se llega tomando la carretera La Cordialidad después de Sabanalarga, entrando al desvío que conduce al corregimiento Colombia. La Fundación de Ciencias Naturales (Funcinat), que dirige el “profe” Arjona, ofrece como complemento de la visita un paquete que incluye una caminata de 3 kilómetros hacia las zonas de reserva donde se aprecia la flora y fauna propias de la región y también hay riachuelos u ojos de agua que desembocan en el embalse del Guájaro. Luego se aborda una lancha para llegar a la isla Martín Cabeza, donde la Fundación tiene un laboratorio ambiental en el que se trabaja la agroecología. Posteriormente se llega a La Peña, donde se visita el Museo, un recorrido que incluye conferencia o guía sobre sus contenidos. Lo ideal es terminar la jornada almorzando mojarra lora en Puerto Bello.
El profesor Arjona junto con su grupo de estudiantes y colaboradores pertenecientes a la Fundación siguen soñando con la adecuación de un espacio para que funcione el museo con una sala de exhibición adecuada, materiales didácticos, un guion museológico, paneles de exposición y, sobre todo, muchos visitantes. Las ilusiones son más grandes: repotencializar el corregimiento de La Peña como un lugar estratégico de turismo, aprovechar el paisaje natural del embalse, sus islas, cerros y peñascos que aún guardan riquezas pendientes por desenterrar.