François Villon: el gran precursor de la poesía maldita

El parisino de quien siempre se habló sobre su vida desordenada, que convirtió sus reveliones personales en el escenario más claro de inspiración para sus magistrales versos. Su vida y obra, una reflexión casi sublime para la disyuntiva del ser.
En esta época de la comunicación inmediata, en la que muchos tenemos un teléfono inteligente que nos conecta con el mundo, que posee una cámara fotográfica y de video que nos permite tener registros de lo que queramos y podemos compartir dichos registros de forma instantánea con el mundo; leer la poesía de un ser humano que vivió hace cinco siglos es un viaje temporal maravilloso, pero si esa poesía es la de Francois Villon entonces dicho viaje se convierte en una experiencia llena de vivencias profundas y de reflexiones que están a la orden del día.
Su verdadero nombre fue Francois de Montcorbier o de Longes, nacido en París en 1431 o 1432, (todo en Villon es fragmentario y lleno de dudas), su madre enviudó siendo él un niño, entregándolo al maestro Guilaume de Villon, cuyo apellido adopta posteriormente.
Francois Villon ocupa el vértice de la pirámide de la vida poética de la Edad Media, porque fue Villon su último representante; su poesía es típicamente medieval (recordemos que el renacimiento llego tarde a Francia), su contenido y su forma están cargados de elementos que resumen las postrimerías de la Edad Media, dominada por la visión teocéntrica de la realidad.
En su poesía deambula la errática constante de la muerte (tema muy humano, pero también muy medieval), muerte que tarde o temprano toca la puerta de todos: de ricos y pobres, poderosos y débiles, bellos y feos. Muerte que acosa, oprime y espanta, cuya presencia hace aflorar con sutileza o sin ella, todo el phatos interior que los humanos somos capaces de almacenar. Pero muerte al fin y al cabo que abre las puertas de la eternidad, del más allá, real o imaginario.
El poeta tiene una visión trágica y dolorosa de la vida terrenal, pero es ante todo un cristiano y la presencia de la divinidad es la última luz al final del camino, última esperanza de salvación y de perdón, y vaya si Villon la necesitaba; el poeta era un pecador empedernido, cuya vida transcurrió en tabernas, burdeles y cárceles. Es precisamente su cristianismo el que convierte la realidad cruda de su vida en remordimiento, y este remordimiento, en flujo continuo, el que es transformado por su sensibilidad en discurso poético, discurso lírico que deja una profunda impronta en la poesía francesa, sobre la que se construyó buena parte de su producción, quizás hasta los simbolistas, constituyéndose en el verdadero precursor de la poesía maldita, Baudelaire, Rimbaud, Verlaine, Mallarme... tienen una conexión con esta poesía escrita hace cinco siglos.
En su poesía también desfilan su larga lista de fechorías, que van desde estafas minúsculas hasta asaltos y asesinatos, siempre en el plano de la confesión y el arrepentimiento.
No podía faltar el eterno tema del amor, pero el amor en Villon es efímero y siempre mutilante, desgarrador y trágico.
Con mucha sutileza, casi siempre insinuado, existe en la poesía de Villon un canto a los placeres sensuales de la vida, al vino y a las mujeres; pero esto siempre es ocultado por la sombra del pecado, no tiene la fuerza e importancia de aquellos maravillosos rubaiyat, que Omar Khayyam escribió y sintió en el siglo XII. La forma de sus versos es también medieval, predominando los de ocho y nueve sílabas, pletóricos en ritornelos, repeticiones características de la poesía de ese tiempo.
El poeta demuestra que fue culto y buen lector, conocedor de historia y mitología, desde los griegos hasta sus días; en su juventud obtuvo el título de bachiller y cursó estudios superiores hasta que su vida se orientó hacia el hampa. Estos conocimientos de historia y mitología son utilizados en su poesía, (artificio también medieval, recordemos los trovadores y juglares), por esto en toda su obra son permanentes las citas de personajes, situaciones históricas y mitológicas, que se mezclan con sus andanzas y recuerdos personales.
Villon y su generación estuvieron como nosotros, atrapados entre dos eternidades; pero sus temores y angustias, aunque esencialmente similares a las nuestras, partían de afuera de su ser hacia adentro, el Renacimiento, y todos los logros posteriores del Hombre, es posible que hayan cambiado la ubicación de este temor, que parece partir ahora de nuestro interior hacia afuera.
De todas formas, la civilización tecnológica en el siglo XXI, no nos ha ayudado a localizar nuestro ser, al contrario parece perderse cada día más entre números, cristales de cuarzo, hongos atómicos y cirugías plásticas. Pero Villon y su poesía nos acercan a los problemas fundamentales de la existencia y nos reconforta comprobar que el espíritu humano, a través de la creación estética y poética, es capaz de anular el entorno y lo más importante, es capaz de trascender.
Miremos algunos ejemplos de la poesía de Francois Villon, en la traducción de Andrés Holguín, con quien estamos en deuda por presentarnos a Villon, lo mismo que a buena parte de la poesía francesa.
EL GRAN TESTAMENTO
Viendo estos cráneos y estos restos, en el osario amontonados, pienso que fueron magistrados.
O recaudadores de impuestos; fueron acaso comerciantes.
Todos tienen igual historia,
pues de obispos o mendicantes.
Aquí no se guarda memoria.
Unos de estos cráneos, en vida,
ante los otros se inclinaban;
unas cabezas gobernaban,
otras eran plebe rendida.
Todas a su fin han llegado,
reunidas en montón siniestro.
Señoríos les han robado...
Ya nadie es clérigo o maestro.
Murieron. ¡Dios tenga sus almas!
Sus cuerpos están ya podridos.
Lo mismo señores que damas,
delicadamente nutridos.
Con sopas, cremas y jamón,
trocaron en polvo sus huesos,
polvo sin risas y sin besos...
¡El buen Jesús les de perdón!
BALADA DE LAS
DAMAS DE ANTAÑO
Decidme dónde, en qué país
Flora está, la bella romana,
donde Archipa, donde Thais
que era -dicen- su prima hermana...
¿Y Eco, cantante cuando suena
sobre el río un rumor extraño
que fue belleza ultra terrena?
¿Dónde están las nieves de antaño?
¿Dónde Eloísa, por la cual
fue castrado Abelardo un día
y, después de sufrir su mal,
entró de monje a una abadía?
¿Dónde está la reina que ordena
que Buridan, por desengaño,
sea lanzado en saco al Sena?
¿Dónde están las nieves de antaño?
La reina blanca, como un lis,
que cantó con voz de sirena,
Berta la del gran pie, Beatriz,
y Juana, nacida en Lorena,
a quien quemaron en Ruán
los ingleses el otro año,
¿Dónde están, Virgen, dónde están?
¿Dónde están las nieves de antaño?
Envío
No indagues, Príncipe, su suerte
ni en este mes ni en este año.
Recuerda mi canción y advierte:
¿Dónde están las nieves de antaño?
EPITAFIO DE VILLON O
BALADA DE LOS AHORCADOS
Que hizo Villon para él y sus compañeros,
esperando ser colgado junto con ellos.
Hermanos, hombres que viváis más tarde,
con duro corazón no nos juzguéis.
Si de nosotros compasión tenéis.
Que Dios después con su piedad os guarde.
Aquí estamos colgados cinco o seis.
El cuerpo, que nutrimos demasiado,
ya está medio podrido y devorado.
Bien que a ser polvo nuestra carne vuelva,
más no os burléis del mal que nos es dado.
Rogad más bien a Dios que nos absuelva.
Dejad que hermanos nuestros os llamemos,
aun cuando hayamos sido condenados
por la justicia a perecer ahorcados,
pues buen sentido todos tenemos.
Y disculpadnos, ya que fallecemos,
ante el Hijo sin mancha de María:
que del fuego nos libre en este día
y, sin cesar, su gracia nos envuelva.
Hemos muerto: ninguno de esto ría.
Rogad más bien a Dios que nos absuelva.
Ya la lluvia lavó nuestros despojos
y el sol ennegreció nuestras entrañas.
Los cuervos nos sacaron ya los ojos
y arrancaron la barba y las pestañas.
Jamás inmóviles, a los antojos
nos movemos del viento que nos guía,
más que un dedal picados noche y día
por las aves del campo y de la selva.
No entréis jamás a nuestra cofradía.
Rogad más bien a Dios que nos absuelva.
Envío
¡Oh príncipe Jesús!, cuyo gobierno
se extiende a todo el mundo, haz que en infierno
Satanás no nos vea entre sus manos.
Que huya Satán y que tu gracia vuelva.
No es aquí el caso de reír, hermanos:
rogad más bien a Dios que nos absuelva.