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Latitud 02 de Febrero de 2014

El avión-hospital de Jorge Daza Barriga

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Jorge Daza Barriga
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Cuando ingresé por primera vez al Hospital Militar, me dije: “Este hospital lo llevo a La Guajira”. Afortunadamente, logré hacerlo y así pudo realizarse una de las jornadas científico-asistenciales más grandes en salud que se hayan hecho en Colombia.

Fueron conmigo a La Guajira alrededor de 75 profesionales en salud en el año 1985: el jefe del servicio del departamento médico y quirúrgico del Hospital Militar, con ellos los mejores cirujanos, los mejores internistas, neurólogos y pediatras, entre otros.

Establecimos tres sitios de acción, cubriendo todo el sur de La Guajira.

La duración de la campaña de salud, que fue una semana, no nos alcanzó. Para esa campaña conté con unos ‘pesos’ que ganaba mi mujer en Bogotá. Yo le había dicho a ella: “Mi amor, tengo una obligación moral con mi pueblo, hay muchos hermanos sufriendo allá y sé que la sabiduría de esta institución les puede brindar grandes soluciones en salud a mis paisanos”, ella me responde, y “¿qué necesitas? Cuentas conmigo; ¡haz lo que tengas que hacer!”.

Entonces fui y convencí al General de entonces que era director del Hospital, le presenté el proyecto, me fui a la industria farmacéutica… nos llevamos casi 20 toneladas de medicamentos. En la primera campaña de salud, el transporte fue en vuelos chárter de la Fuerza Aérea, resultando uno de ellos con ciertas dificultades, porque se le dañó el tren de aterrizaje. Todo el personal médico estuvo alojado en el Grupo Rondón.

Gracias a las autoridades locales se hizo durante cinco años consecutivos esa jornada de salud. 

Estuvimos realizando la campaña hasta el último año de mi especialización. Eso se logró gracias a Belisario Betancur, que en esos momentos era Presidente de Colombia, al general Vega Uribe, al general Gabriel Pontón, que era el Director del Hospital Militar, y a todo el cuerpo médico y residentes que nos estuvieron acompañando. Atendimos a más de 7.000 personas e hicimos más de 520 cirugías de campaña, en una zona donde mucha gente habitualmente no tenía acceso a la salud. Fue mucho lo que hizo el Ministerio de Defensa en ese entonces.

La cultura y la música vallenata

Mis ocupaciones académicas, científicas y asistenciales me impedían asistir a uno de los eventos magnos de nuestro folclor: el Festival de la Leyenda Vallenata, el cual disfrutaba cada año, como un niño, pegado a la radio, para conocer su desenvolvimiento y disfrutar de la riqueza musical y poética de dicho certamen cada año. Sin embargo, al del año anterior, el del año 2007, definitivamente me decidí asistir, fue un júbilo. Pero lo más hermoso que pudo acontecer fue plasmar mis sueños en más de 50 canciones grabadas en cuatro discos compactos; en mi último trabajo, Sentimientos, alcanzo una calidad interpretativa y lírica que me llenó de inmensas satisfacciones. Escogí una forma muy particular de difundir la cultura vallenata desde una óptica diferente, y creo que estoy construyendo y contribuyendo a observar una nueva arista en este género: subrayar cómo nuestros juglares y poetas han forjado un proceso musical y poético de enormes dimensiones para el país.

Gratitud a Dios

Siempre procuro dar lo mejor de mí a mis semejantes. Estoy tras la luz del ser supremo para que me guíe a ese punto justo que es mi proyecto de vida, la búsqueda incesante de la felicidad.

Soy un ser profundamente creyente en Dios y estoy inmensamente agradecido con Él, por esa mente creadora que nos ha dado a su imagen y semejanza; sin esa energía suprema no tendría razón de ser la existencia del hombre.

Creo que la mente es lo más trascendente en el ser humano para alcanzar sus metas y para dar todo lo que tiene dentro de sí, porque es la que crea todo lo existente. Por ello mi familia pasa por mi mente y lo que vendrá también ha sido debatido ampliamente en mi interior, meditado y asistido por el Creador para lograr ese plan.

Todo lo mío es de Él, no hay una sola cosa que pueda hacer sin que Él esté presente. He cometido errores como humano, pero no han sido premeditados, porque siempre he buscado el sendero del bien, del servicio, siempre estoy en función de ser útil y de dar lo mejor de mí a los demás, es decir, no podría existir sin el don del servicio.

Por estar en esa tónica de serle útil a Dios, a mis semejantes, a la naturaleza, he encontrado mi felicidad. Considero que el ser humano sin felicidad no tendría razón de ser.

Tengo dos cosas claves para la superación: el perdón y el amor. Tenemos que perdonarnos a nosotros mismos para poder perdonar a los demás. Cuando uno adquiere ese equilibrio, encuentra la armonía consigo mismo y con Dios, en profundo amor.

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