Adiós a nuestro Quijote

Con elementos reciclados, Aníbal Tobón elaboró el atuendo del personaje que Cervantes encumbró con su pluma. La sencillez con la que este trabajador de la cultura narraba esta historia lo acercó a públicos de todas las edades. Lideró muchas otras jornadas
John Better @johnbetter69
Oniria está ubicada en una zona enmontada del balneario de Salgar. Es una casa en forma de barco que mira directo al mar Caribe. Un lugar construido por un hombre y una mujer que como dice Bram Stoker en Drácula: «tuvieron que cruzar océanos de tiempo para encontrarse». El miércoles 17 de agosto de 2016, uno de ellos se fue para siempre, pero la casa-barco sigue en pie como símbolo de su amor y la forma en que asumieron la manera de ver el mundo por casi 20 años.
Él solía decir que de sobrevenir un tsunami, «seriamos los únicos en salvarnos, ya que la casa flotaría y emprenderíamos el viaje hacia otra tierra», comenta la periodista Yadira Ferrer, compañera de vida y aventuras del recién fallecido hombre del arte, Aníbal Tobón.
Cumaná, Semana Santa de 1998
Una ciudad costera del oriente venezolano se prepara para la Semana Santa, se ha organizado una representación en vivo de la misma. Actores naturales harán de apóstoles, soldados, la virgen María y demás personajes que recrearán la Pasión de Cristo. En el interior de «Un café llamado deseo» (un bar cultural de la localidad) el personaje que hará el papel de Cristo está listo. Es más, lo único que ha tenido que hacer para representar al rey de los judíos es colocarse encima una manta blanca. Cuando sale a las calles para iniciar la puesta en escena los habitantes le miran maravillados, una mujer exclama: «¡es Nuestro Señor!» Aníbal Tobón, largo como un espagueti, pelilargo y barbudo no se sale del papel y camina lentamente entre la multitud que comienza a rodearlo como esperando un primer milagro.
«Para la gente Aníbal era muchos otros. Para los venezolanos de Cumaná, era el Cristo, al punto que en la Semana Mayor le llevaban a los niños para que los bendijera. Aníbal Tobón para los vendedores del mercado de Barranquilla, era John Lennon o Bin Laden y para una gran mayoría era El Quijote», comenta su viuda mientras un grueso grupo de artistas y amigos de Tobón aguardan para darle el pésame.
El romance de Yadira y Anibal empezó en 1988, un affair de vacaciones como ella misma dice. Cada uno tenía su vida en diferentes latitudes, él en Europa y ella en Bogotá como corresponsal de la agencia de prensa Service. Pero diez años después se encontrarían y el destino les daría la oportunidad de que su amor fuese posible. Aníbal Tobón aparece en la escena barranquillera a inicio de los años setenta cuando estudiaba Artes Plásticas en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad del Atlántico, allí dirigió el grupo teatral de la misma.
«Sus obras se caracterizaron por ser muy críticas y burlescas, recuerdo una en especial cuyo argumento giraba en torno a un supuesto cierre de Bellas Artes por aquellos años. Ni el director de la facultad se salvó de que Aníbal lo caricaturizara dentro de la obra» anota su amigo, el pintor Óskar Ojeda.
A finales de los setenta decide irse a Europa, estudia teatro en la Universidad de Vincennes, en París, pero no culmina sus estudios. Entonces empieza a hacer la ruta del pintor Vincent Van Gogh rastreando sus huellas, después emprende una aventura nómada que lo lleva por varios países de Europa, durante las estaciones de cosecha se dedica a cultivar la tierra para poder sobrevivir. Finalmente se asienta en Suecia en donde vivió por 20 largos años, trabajando en lo que más le gustaba: la incansable creación artística.
El hidalgo
«Cuando Yadira me lo presentó, lo primero que le dije fue que era idéntico al Quijote. Él ya venía trabajando el personaje, y solo fue cuestión de tiempo para que lo tuviéramos en las calles con su armadura de sueños y su espada para derribar los molinos de la apatía hacia la cultura», comenta la exdirectora de la biblioteca de Comfamiliar , Carmen Alvarado de Escorcia.
Además de su parecido físico, Tobón representaba al caballero andante en su total esencia. En sus locas empresas, en su manera de percibir el mundo, no había obstáculo que lo detuviera a la hora de darle forma a lo imposible de moldear.
Al tedio lo combatía con poesía. En el momento menos esperado daba una estocada a esa apatía cultural, como aquella vez en que descubrió que mucha gente se daba cita alrededor o en la plazoleta de la biblioteca Meira Delmar, pero nadie entraba, y entonces le propone a su directora, Beatriz Aguilar, sacar los textos afuera, y así le dio vida a «La ronda de la lectura», un espacio que permitió abrir camino a nuevos visitantes, que hoy por hoy son huéspedes permanentes de la biblioteca departamental.
«Junto a Lola salcedo formamos la Asociación Protectora de las Malas Hierbas, cuidábamos de plantas no bien vistas como la pringamosa, el cadillo y otras de carácter místico. Hice parte de este grupo hasta el día en que mi madre se tropezó con una pringamosa que tenía en una potera de mi casa». Comenta entre risas, su amiga, la poeta Margarita Galindo.
Pero la vena artística también le venía de familia, su tío Jairo Tobón dirige actualmente el periódico regional El Rionegrero, donde su abuelo Ernesto Tobón Benjumea escribió crónicas y otros textos, por no mencionar su parentesco con el poeta Juan Cancio Tobón.
Los proyectos que emprendió en vida iban mejorando con los años, con la edad sus ideas se hacían más renovadoras y vanguardistas. Hizo posible lo inimaginable: hacer que los monumentos de la ciudad hablaran. Una idea fantástica donde diferentes referentes de Barranquilla cobraban vida a través de la voz de Aníbal, quien nos contaba vida y hechos para muchos desconocidas. Así no solo las palomas se interesaron por las estatuas, vecinos y transeúntes aprendieron a valorarlas. Esta iniciativa quedó registrada en el libro Los monumentos hablan, editado por la Universidad del Norte, con la ayuda del Centro Cultural Cayena dirigido por Zandra Vázquez quien junto a Zoila Sotomayor y Carmen Alvarado fueron piezas fundamentales en el apoyo de las fantásticas ideas de Tobón, esto en palabras de su viuda, Yadira Ferrer quien fue la compañera de hazañas de Tobón. Ambos crearon la Fundación Cecrea que mantiene la Biblioteca Popular de Salgar, espacio donde niños no van solo a consultar o leer libros, sino también a desarrollar junto a Tobón actividades que los hacen sentir como los futuros quijotillos del Caribe. Además, Cecrea apoya un proceso de creación con las tejedoras de Salgar y La Playa, quienes realizan sus trabajos con bolsas de plástico desechadas.
Aníbal, el quijote, cuya armadura estaba hecha de elementos reciclados: una parrilla de abanico como escudo, un escurridor de espaguetis como casco y una larga espada ha dado esta semana su última estocada en este mundo. Pero antes, recorrió calles, los colegios, las bibliotecas, los callejones, haciendo una representación bacana del personaje de Cervantes. Fue dejando en cada lugar que habitó una huella, en Barranquilla por ejemplo, creó su inolvidable Caza de Poesía, un molino que el viento le trajo a sus puertas, poetas, escultores, escritores, amantes del arte. Se ha ido Aníbal el quijote criollo. Rosas blancas al pie de su ataúd, un pequeño títere sobre su pecho lo acompañará y se hará cenizas con él. Una botella de cerveza y otra de ron que un admirador ha traído reposa bajo el féretro. Luego como en la función: un fuerte aplauso para él.