Serenidad presidente Petro, el que siembra vientos recoge tempestades
Se puede decir, y con razón, que estamos en un Estado de derecho, con garantías y en el que sus instituciones operan, nos gusten o no, como parte del andamiaje vital de una democracia. Sobre todo, porque no es la primera vez que una campaña presidencial está bajo la lupa de investigadores. El problema surge cuando es el propio presidente de la República, la autoridad más determinante e importante de la nación, el que decide vestirse de pirómano para lanzar incendiarios mensajes, cada uno más instintivo que el anterior, que avivan el fuego de una confrontación calculada con la que busca retroalimentar la retórica -instalada por él casi desde el inicio de su mandato- de una persecución político-jurídica que quiere sacarlo del poder.
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